sábado, 31 de julio de 2010

Jean-Pierre Bastiou Yoga y Concienciología



Alprim, Alex; Jean Pierre Bastiou Yoga e Conscienciologia; trad. Rodrigo Scheuer Brum; rev. Ana Clara Paulino; Entrevista; Portal Sexto Sentido; Revista Sexto Sentido; 06/05/10; San Pablo, SP, Brasil; Disponible en 31.07.10.

A los 78 años de edad, con una vitalidad y buen humor de un joven, el francés Jean-Pierre Bastiou se dice un “jubilado” del yoga, del cual fue pionero en Brasil. Ahora, él insiste, es un especialista y profesor de Proyecciología y Concienciología, la nueva ciencia que fue desarrollada por Waldo Vieira.

El libro Globe-trotter da Consciência – Do Yoga à Conscienciologia (Globe-trotter de La Conciencia – Del Yoga a la Concienciología, sin traducción al español) – recientemente lanzado por el IIPC (Instituto Internacional de Proyecciología y Concienciología) – narra la vida de Jean-Pierre Bastiou, el francés que vino a Brasil y fundó la primera escuela de yoga del país. Y no son pocas las aventuras y los momentos interesantes en la vida de ese hombre, que tuvo su primera experiencia de proyección a los cuatro o cinco años de edad. Curiosamente, el fenómeno volvió a repetirse en su vida adulta, sin que él supiera exactamente de lo que se trataba, y terminó preparando el terreno para su encuentro con Waldo Vieira y con nuevas técnicas de proyección, que cambiaron el rumbo de sus actividades.

De integrante de la Resistencia Francesa al nazismo, durante la 2ª Guerra Mundial, Bastiou siguió carrera como fisicoculturista, hasta descubrir el yoga, por casualidad. Un día, en 1949, cuando conducía una Escuela de Cultura Física, Bastiou fue buscado por un joven indio que deseaba mejorar su condición física. Como no tenía dinero para pagar las clases, el joven le propuso que, en cambio, le enseñara yoga a Bastiou. La propuesta fue aceptada, y fue el inicio de un largo relacionamiento entre el francés y el yoga.


En 1952, Jean-Pierre vino a Brasil para conducir un gimnasio, la Copacabana Pesos e Halteres, pero terminó dando clases de yoga para algunos interesados y, así, se convirtió en el introductor de la técnica india en Brasil, siempre orientado por su gurú, Sri Swami Sivananda, en la época considerado el mayor maestro vivo de yoga.


En su libro, Bastiou también narra algunos encuentros con personas famosas como Arigó – uno de los médiums de sanación más famosos de los años 60 – el Dalai Lama, además del encuentro con Waldo Vieira en 1995, que Bastiou clasificó como un reencuentro, en razón de la afinidad de ideas y energías entre ellos.


Jean-Pierre vino a Brasil para el lanzamiento de su libro, y converso con la Sexto Sentido sobre yoga y proyecciología.


En su libro, usted dice que era su deber transmitir el método que creó, “método respetuoso del yoga tradicional, más adaptado al modo occidental de vida moderna”. ¿En qué consiste esa adaptación y por qué usted entendió que era necesaria? ¿Cuál es la diferencia para el yoga tradicional?

Es una pregunta compleja. En realidad, no me jubilé totalmente del yoga. Me dedico, ahora, exclusivamente a la Concienciología, de la cual, incluso soy profesor. Pero no deja de ser una pregunta interesante, porque nosotros estamos asistiendo a una vulgarización y a una deformación del yoga. Dentro de poco, exportaremos el yoga de Brasil a la India, donde él nació hace más de seis mil años. Cada profesor inventa su yoga, y existen hasta nombres raros. Estoy abismado de ver la falta de responsabilidad de esos profesores autoprogramados que propagan por ahí.


Quizás sea una tendencia – y lo digo con cierta ironía. Aunque sea ese mi país elegido – amo a Brasil, me siento brasilero -, el brasilero tiene la tendencia de llevar todo de un modo un poquito… usando una palabra bien brasilera, “avacalhado”. Quizás usted se acuerde del tiempo de las ligas campesinas, cuando los militares se preocupaban mucho con la tendencia de implantar el comunismo en el interior de Brasil, y resolvieron hacer discursos para concientizar los campesinos del peligro que eso representaría. Hasta que, un día, un Jeca Tatu se levantó y dijo: “Coroné, pode deixar que nós avacalha”. Infelizmente, pienso que eso está pasando con el yoga.


El yoga tradicional descansa sobre el principio de que es una educación integral del ser humano: educación ética, moral, educación física – con un aspecto importante que son los asanas-, educación sensorial, educación mental y, por fin, las últimas etapas que buscan la realización espiritual. No se puede, por lo tanto, hacer yoga todo el día, para un gran número de personas. También hay una avacalhação de la palabra “gurú”; hay gurús a diestro y siniestro, la “gururite” aguda florece en el Occidente, no sólo en Brasil.


Siendo así, había ese desafío para mí: como podría conservar la tradición de una orientación individual, respondiendo a características psicológicas y físicas esenciales de cada alumno y, al mismo tiempo, permitir que quince o veinte personas practicasen el yoga al mismo tiempo, dejando de lado clases especiales para la práctica filosófica del yoga, que no se puede descartar.


Sería largo y difícil explicar en una entrevista como logré hacer eso. Pero, resumiendo, ningún alumno podría inscribirse en mi gimnasio sin haber tenido una clase preliminar. Eso hacía que, a veces, la persona tenía que esperar dos meses en la lista de espera.


Luego que el alumno frecuentaba esta clase preliminar – en la cual yo venía a conocer las características, conversaba, tenía una entrevista -, yo escribía en el pizarrón el nombre de las técnicas básicas en sánscrito y la traducción en portugués; explicaba cual era la finalidad de aquellas técnicas y, después, mostraba como el ejercicio era realizado.

El alumno solamente podría ingresar al gimnasio después de entender cuál era la finalidad y que yo tuviera corregida las técnicas. Cuando él alcanzaba una cierta autonomía en la ejecución del ejercicio, cuando no dependía más de mi y era capaz de ejecutar las técnicas sin depender del profesor, había otra clase especial en la cual yo explicada la actitud mental que correspondía al gesto. Era un trabajo muy grande, pero hizo que las personas que hicieron yoga conmigo no lograron más adaptarse a los gimnasios, en los cuales todos hacen los ejercicios al mismo tiempo, lo que es una especie de robotización. No se pude hacer yoga de esta manera.


En su libro, usted también citó algunos casos de proyección de conciencia, como en el año 1954, en el Monasterio AMO-PAX, ocurrida en una meditación colectiva. ¿Esas proyecciones ocurrían al azar o eran programadas?


Ninguna de las proyecciones que tuve, fueron programadas. Son consecuencias de una evolución, a veces de una tensión, como en el caso de la AMO-PAX, en que el ambiente no correspondía mi expectativa: pensaba si no estaba perdiendo mí tiempo. Pero tuve proyecciones mucho más importantes, como aquella que me permitió el reencuentro con mi madre, que había fallecido quince días antes. Yo estaba en Río de Janeiro y mi madre tuvo un accidente fatal de coche en Francia; yo me proyecté, y me encontré ante ella, con la misma lucidez y nitidez con que la que estoy ahora hablando con usted.

Una experiencia como esa cambia completamente su vida porque, a partir de ese momento, lo que usted sabía intuitivamente – que la vida no termina con el descartar del cuerpo físico-, no es más una esperanza, no es más un artículo de fe.


Es muy importante porque aquí estamos en una experiencia en tres dimensiones. Cuando usted cruza esa frontera, que lo lleva al contacto directo con un ente querido que dejó el plano físico, usted tiene una percepción distinta, usted no conversa más oralmente. En el libro, transcribí lo que mi madre dijo en nuestras palabras, y quizás haya cambiado muy poco, porque en una conversa telepática ocurre una percepción inmediata y global del pensamiento de la persona. Tal vez, a partir de ese momento, yo ya estuviera caminando para encontrarme con el doctor Waldo Vieira, que fundó a la Concienciología.

Hoy por hoy, parece haber una cierta discusión en torno de cual yoga es el mejor, cual es más adecuado a los jóvenes o para personas de más edad, surgiendo hasta mismo algunas disputas, especialmente aquí en el Brasil. ¿Tiene conocimiento de este hecho? ¿Lo que piensa al respecto?

Hace poco tiempo, en Francia, recibí una llamada de una colega solicitando apoyo a una determinada facción dentro del yoga, porque parece que hay mucha confusión, como usted menciona.


Cuando usted envía un e-mail se pone el “sujeto”, ¿verdad? Yo escribí: jubilado. Entonces, es así que voy a responder. No voy a entrar en esta discusión; ya estoy en otra. Cumplí con mi dharma, fui el pionero del yoga en Brasil, realicé muchos viajes a la India, fui a buscar el conocimiento en la fuente del yoga, viví algún tiempo en el Himalaya, recibí la enseñanza de la boca de autoridades indias indiscutibles, y transmití de la forma más honesta a mis alumnos; no vulgaricé el yoga, pero lo difundí, lo que es muy distinto.

Ahora, pienso que llegó mi hora de seguir el camino. Y, con 78 años, si usted tiene curiosidad y alguna cosa más para hacer, para poder ayudar a los demás, eso es muy importante. Mientras usted se preocupa por los otros, usted está vivo. Entonces, llegó el momento de sumergirse de pecho y dedicarme exclusivamente a esa neociencia, que se llama Proyecciología y Concienciología.

¿Cómo podemos analizar el mundo hoy, bajo el aspecto de la espiritualidad? ¿El mundo, de alguna forma, está más espiritualizado, o nosotros nos encontramos en un camino que se repite a lo largo de la historia?


Todo se repite, todo es cíclico, pero lo que caracteriza ahora, es fácil de ver, es esa inquietud. Al mismo tiempo en que estamos sentados en un barril de pólvora – me acuerdo de una caricatura en el diario O Globo, que mostraba nuestro amante de la paz, Bush, con un detonador conectado al mundo, diciendo “adiós mundo cruel” – al mismo tiempo existe una inquietud, personas que están hablando de asuntos que parecían fantasías, elucubraciones imposibles. Ahora, todo eso está ingresando en universidades, hasta en los EEUU. Al mismo tiempo que existe esa cosa de pueblo guerrero, hay una inquietud y una necesidad de entender lo que significa esa vida, que es mucho más de lo que se piensa. Al mismo tiempo en que se están lanzando cohetes para el espacio sideral, también se procura hacia adentro.


¿Esa tendencia de “vender Dios en cajitas” pasa solamente en Brasil o en todo el mundo?

Es en escala internacional. Brasil se salva juntamente porque no toma nada realmente en serio. Pero es una filosofía de vida, es fabuloso. No fue una crítica. “Deixa entrar que nós avacalha”, es genial. El brasilero es un pueblo diferente.

Primero, no hay racista. En Europa, es algo terrible. Me acuerdo de cuando me casé en la India, con Maria Teresa, salió una nota sobre el casamiento y el ritual védico en la Revista Manchete, que era de la familia Bloch, de judíos, y el redactor-jefe era un puro árabe. Eso no existe en Europa.

En Brasil, usted puede ser apreciado por lo que es. Pienso que el brasilero es un pueblo que está años-luz de distancia, y ustedes no se dan cuenta de eso. El brasilero es una persona que, si usted apunta a la posibilidad de usufructuar, dominar o controlar ciertas facultades paranormales, él va atrás. El francés quiere ver si aquello que usted dice se encuadra dentro de la ciencia oficial ortodoxa. Usted tiene que convencerlo intelectualmente. El brasilero quiere ver si la cosa funciona, y va hasta allá; él puede darse mal, pero él experimenta.


¿Cómo se dio su encuentro con Waldo Vieira en el IIPC?


En los agradecimientos del libro escribí: “Al Dr. Waldo Vieira, al lado de quien ya estaba hace muchos años antes de encontrarlo”. Eso es algo medio raro, y digo porque. En 1966, en mi gimnasio de Río, tuve una pareja de alumnos que eran kardecistas. En 65, tuve esa proyección que me hizo encontrar con mi madre en el espacio extrafísico. Ellos me dijeron que conocían a una persona extraordinaria, un médico que decía lo siguiente a las personas: “¿Por qué ustedes dependen de médiums para cruzar aquella frontera que los separa del espacio extrafísico? “¿Por qué ustedes no van allá directamente a conversar con la entidad?”


Y eso porque cada médium es una personalidad diferente. Por más exento que sea, por más fiel que sea al mensaje que está recibiendo de la entidad consultada, la tendencia es siempre poner color. No dependí de un médium, fui allá. ¿Imagine si yo hubiera consultado un médium? Mi madre apenas me dijo: “Dijeron que estabas aquí. No querría irme sin verlo una vez más.” Y consulto un médium que, movido por el amor, por la añoranza, me dice lo que mi madre me dijo. Pero, mire, ¿consulté un médium para recibir un mensaje telegráfico tan corto? El médium, sintiendo mi expectativa y queriendo corresponder a mi ansiedad, haría una carta, florida, etc. Pero fui al otro lado. Entonces, esas palabras bastaron para mí, fue más de que yo podría esperar. Y es aquello que el Dr. Waldo dijo: vaya hasta allá.


¿Y como ese encuentro con la Concienciología cambió su forma de trabajar, de ver la vida?

En 66, dije: “Tengo que encontrar a Waldo”. Pero solamente lo encontré en 95. Mi cuñado dijo que tenía una cosa que me iba interesar. La revista Ano Zero mencionaba un cierto Dr. Waldo vieira, y ahí resolví encontrarme con él. Y fue un reencuentro.


Hoy, usted es profesor de Concienciología. ¿Cómo es su relación con las personas? ¿Ellas van a buscarlo esperando algo? ¿Cómo su didáctica se refleja en la relación con ellas?

Podría ser difícil y, al mismo tiempo, extremamente fácil. Hay que dejar de lado toda sacralización, porque en el yoga, en las religiones, todo es sacro. Usted deja de lado toda esa parafernalia, esa indumentaria muy exótica, se despoja de todo eso, y entra en el asunto realmente. Es extremamente práctico, directo, contacto directo con la realidad, sin fantasías.


A todos nosotros nos gusta la fantasía; somos un poco como niños que les gustan jugar de indio y cowboy. Cuando se juega, usted es el cowboy, el indio. Más tarde, adulto, usted se viste de hindú, pronuncia palabras en sánscrito. Sin juegos, la persona todavía no maduró: ella juega de yoga, juega de gurú. Repentinamente, algo es cortado, no hay más fantasía, y mucha gente no quiere aceptar eso, quiere aún jugar de fantasía.


Waldo dice una cosa que es esencial: “No crea en nada de lo que le decimos. Tenga su propia experiencia."
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